lunes, 18 de mayo de 2009

en la rambla


En la rambla

Las olas de una desolada playa
de continuas y espumosas aguas
en el llamado mar de Ulises
de colores azules verdosos
pajizos mas o menos oscuros o claros

según la luz que nacía
de un sol celeste
de destellos plateados amarillentos
y asta rosáceos

de rocas cegadas por el paso del tiempo
de tonos verdes y colores desnudos
fríos y oscuros mojados
adheridas a ellas formando colonias
algas verdes, pardas y rojas

era una rambla de derrubios
de mucho tiempo
de aguas subterráneas
que manaban en el mar

un mar de senos enormes
y ladeados por el peso
de unos grandes pezones
sensuales y sensibles
a la mirada

de carnosos tonos
marrones, rojizos
y grisáceos morados

por la luz opalina
de nubes varadas
en las cercanas montañas
bosquejadas en planos
que ascienden
uno en tonalidades
azuladas mojadas
contrastando con el inmaculado
azul celeste

solapado el mas claro
con tintes rosáceos
y verdes decolorados
le continua otro
en una sucesión
acaso verdosa tamizada
por nubes paradas
como acostadas riendo

irrumpen como espíritus
verdes oscuros sombríos,
marrones rosáceos y salmones,
verdes amarillentos y amarillos verdosos

detrás surgía la cima
entre dos cresteríos
contenía todos estos colores
coronado por piedras
de tonos rojizos pulidos
por las caricias
de las ventosas nubes

patria de cernícalos, milanos,
cuervos y otras rapaces
y carróñelas espectrales

que traían el apagado
sonido oloroso
de su fuente
protegida por
madreselvas, azaleas,
espinos y acónitos
de hojas palmeadas
y flores violetas

sombreada
por pinos carrascos
de corteza suave
gris plateada
que llega a ser marrón rojiza
con fisuras profundas

aquí y allí crecen
en su corteza
líquenes de talos foliosos
y amarillos lobulados

coniferas de copa redondeada
de verdes amarillentos,
amarillos verdosos y
pequeñas piñas
brillantes marrones verdosas,

mezclados con otras variedades
como el piñonero
de corteza marrón grisácea
con desconchados
color naranja rojizo
y de copa aparasolada

territorio de ardillas
de cola larga
muy peluda
de dorso rojo pardo
y vientre blanco

que construyen
nidos esféricos
de ramas anudadas
con hierba musgo y pelos

y entre helechos
de hojas ovales
con forma
de media luna,
colas de caballo
de vástagos siempre
verdes y vainas
con bandas negras
ocultan boletos
de sombrero
anaranjado y
niscalos de
color ladrillo

trochas calurosas
y llenas de sudores
que caían
y se transformaban
en piedras

entre las que crecían
sabinas de verdes cobrizos
y troncos retorcidos
de corteza marrón morado
cubiertas por líquenes
ocres verdoso azulado
y amarillo pardo

frondoso refugio de
gatos monteses
de cola gruesa anillada
con la punta negra y
cuerpo pálido
de gris amarillento
a gris oscuro
con rayas negras

algunos quejigos
frondosos descopados
para el carbón
desnudos de su abrigo
de corcho

y sus frutos
alimento de jabalís
de piel oscura grisácea
de cerdas largas,
caninos retorcidos
hacia arriba,
sobresaliendo de la boca
considerablemente
y cabeza grande

con sus piaras
de jabatos pardo
amarillo con rayas
oscuras a lo largo
de los flancos

el cercano monte
todo era mas presencial,
saturado en colores
y formas
vegetación
y rocas mas definidas
refugio de cormoranes
negros de tintes verdosos
nidos de blancas gaviotas
de infantiles chillidos
casi humanos

hacia el fondo de la rambla
cañas y vegetaciones trepadoras
carrascas de hojas verdes grises
y verdes oscuras
y peludas por detrás

mecidos por la brisa
eucaliptos frondosos
de ramas largas
como los sauces,

algarrobos corpulentos
cuajados de vainas
marrones rojizas
sombreando una selva
de matas y flores
de anémonas de tonos
violáceos y tallos verdes,

brezos con florescencias
en racimo,
enebros siempre verdes
de hojas con puntas
espinosas y frutos parecidos
a bayas

y colonias de insectos
que revolotean
entre los frutos
caídos de los algarrobos
alimento de nerviosas
cabras salvajes

en una parte
destaca una colonia
de olivos centenarios
mimados por el tiempo
y las manos
de muchos seres
que han dejado
en sus troncos
y ramas
su presencia
y su legado

contrastaban
o eran enmarcados
por la fina
esbelta presencia
aquí, allá y al fondo
de cipreses longevos

la vista se pierde
se hunde en el seno
de las aguas de un mar
de azulados plateados

moviéndose con lánguida
e infinita monotonía
de movimientos cíclicos
azules que se confunden
en su claridad

en un horizonte
de besugos rosados,
sargos de cola negra,
doradas amarillentas
y lenguados de boca pequeña

azules cambiantes
la sombra de un buque
azul oscuro
el cabo con su faro fenicio
en un incierto degradado
de azules rosáceos
y morados pajizos,

destellos infinitos
cambiantes
de plateados
nuevos y viejos
en un desconocido
fondo

de escualos carnívoros
tintoreras estilizadas,
cazónes de cuerpo gris
y largo hocico
y marrajos gigantes.

La rambla explota
en sonoros colores
amarillos en toda
su gama
incluso quebrados

se armonizan
con gamas arbóreas
de verdes y marrones

con aroma
a Roma y Cartago
construcciones derruidas
en apenas vestigios
cerámicos y piedras
inciertas mitológicas

de seres etéreos
comunicando
sus recuerdos
en idiomas
encristados

decantados
en derrubios
de las tormentas
de la existencia
de aquellos
no conocidos

en estratos
que las tormentas
dejan al descubierto
para la dúctil
labor de arqueólogos
que acarician
con finos pinceles

quitando con cariño
el polvo de los siglos
dejando al descubierto
la presencia
de otras gentes
de otros diversos
tiempos.


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